top of page

Juan José López Azcárate y el porqué de escribir

INFLUENCIAS
INOLVIDABLES

 

 

 

El escritor confiesa que desde que tuvo conciencia también nació el deseo de transcribir sus pensamientos y que son las vivencias las que van marcando esas líneas de conducta. Destaca y recuerda a todos sus profesores, en especial a Guillermo Gronemeyer Zamorano, distinguido maestro, entonces rector del glorioso Liceo Coeducacional de Quilpué, en el que estudió.

“Dotado de todas las cualidades que uno se pueda imaginar, el “Pelao” como cariñosamente le decíamos, nos parecía algo así como un señor bonachón antiguo. Su trato afable, paciencia y parsimonia nos impedía siquiera en pensar de hacer algún tipo de maldad, típica del ingenio escolar. No está registrado en mi recuerdo haberle visto malhumorado o que el tono de su voz alguna vez haya subido al momento de llamarnos la atención. Es que don Guillermo era así, de esos maestros hechos a la antigua, y que lograban su objetivo de educar con la técnica de hacernos entender que cada uno llega hasta donde quiere llegar. Más le importaba que entendiéramos el mensaje de lo leído, que luego al escribir omitiéramos la “hache” o confundiéramos la “b” con la “v”. Hoy comprendo que su técnica era la de impulsarnos hacia una constante lectura y que por sí sola la ortografía luego llegaría. Con justicia el Liceo Coeducacional lleva su nombre”, señala López.

Otra gran influencia del escritor fue Alejandro Lubet Vergara. “Un hombre multifacético, fue en mi época de estudiante secundario, profesor del mismo Liceo, haciendo las clases del curso electivo de Periodismo. Dotado de grandes cualidades humanistas, poseía un atractivo especial de enseñanza que nos hacía esperar, siempre ansiosos, por sus charlas de los días lunes. Al igual que don Guillermo, don Alejandro, sabía motivarnos y siempre o casi siempre lograba su objetivo. Su técnica, sencilla e irresistible. Una buena tarea era premiada, regalándonos entradas tanto para el Cine Carrera, aquel de la calle Portales, como para el Fortín Ferroviarios, lugar de eventos deportivos, ubicado junto a la estación de ferrocarriles. El compromiso de responder a aquellas actividades de domingo al lunes siguiente, ya fuera con el comentario de la película vista, o con el resumen del evento deportivo presenciado, nos proporcionaba sin duda, inconscientemente, el sentido de responsabilidad necesario para aquella linda edad. Así, con ese estilo de pedagogía no puedo sino estar más que agradecido de la enseñanza recibida y entender sin duda alguna las razones por las cuales estoy haciendo esto”, recuerda el escritor.

Uno de los destacados hechos que contribuyeron en su entusiasmo por escribir fue el haber vivido, entre los años l958 y 1965, en la antigua casona de Portales Nº 730, lugar en el cual naciera y viviera su infancia y adolescencia don Daniel de la Vega Uribe, único autor chileno que ostenta tres premios nacionales, los de Literatura, Teatro y Periodismo.

“Algo aún recuerdo de aquel día, de los años sesenta en que mi madre Teresita le abriera la mampara vidriada a don Daniel quien volvía a visitar su antiguo hogar, en ese entonces propiedad arrendada por mi padre Alfonso a la Familia Sanz de la Vega”, continúa remembrando el autor.

Otras situaciones que lo atrajeron al mundo de las letras son las de haber tenido como vecinos a otros destacados personajes vinculados con esto de los escritos, tales como Carlos Cortés Guerrero, destacado ciudadano quilpueíno, cronista corresponsal del desaparecido Diario La Unión, cuyo local se localizaba justo en frente de la corresponsalía del Diario El Mercurio, en el corazón de la calle Portales y en la cual se desempeñaba el ya citado don Alejandro Lubet.

Roberto Troncoso Narváez, otro notable personaje de la Ciudad del Sol, fue su vecino y de quien recibió el impulso final. Precisamente preparaba por aquel entonces, su completa Obra “Historia de Quilpué”, editada a través de cuatro fascículos hacia 1986.

 

“Su deceso impensado, estando por concluir su Historia, incidiría aún más para imaginar tiempo después, que bien podría ser yo algo así como un continuador de su obra”.

 

 

LA OCASIÓN NO TARDARÍA EN LLEGAR
 
 

En Marzo de 1982, Juan José López daría el primer paso de todo un largo proceso al ingresar como Constructor Civil a la planta profesional de la Municipalidad de Quilpué. Mediodía del miércoles l4 de Octubre de l992, apenas 48 horas después de haber recordado los 500 años del descubrimiento de América, el municipio conmemoraba sus 99 años de existencia.

“En cuestión de segundos comprendí que estaba en el momento justo y en el lugar apropiado como para plantear a la primera autoridad comunal, alcalde don Iván Manríquez Cuevas, ese pensamiento referido a la siguiente conmemoración municipal. Don Iván, antiguo quilpueíno me conocía desde niño siendo nuestra relación laboral bastante buena, razón por la cual presentí que mi proposición tendría posibilidades. Aproveché el instante preciso para manifestarle que qué le parecería para el próximo año, el del “Centenario Municipal”, contar con un libro que consignara la historia de la Municipalidad. Su respuesta fue “ excelente idea, pero, ¿quién lo podría hacer?” Más que rápido, volví a la carga señalándole: yo mismo pues Alcalde y sin detenerme, continué. Poseo bastante material al respecto que he recopilado, además de conocer a antiguos funcionarios y autoridades que de seguro me colaborarán. En aquel instante supe que mi primer libro sería realidad un año mas tarde”.

López acudió entonces a Beatriz Troncoso Cano, hija del ya citado Roberto Troncoso Narváez (Q.E.P.D.), secretario municipal 1935 -1959; luego con su sucesor, don Joaquín Maturana Pino, secretario municipal 1959 -1971 y don Carlos Montenegro Torres, abogado nacido en esta tierra y Notario público de la ciudad.

Todo el material recopilado, finalmente se transformaría en 182 páginas conteniendo 190 fotografías. La portada del libro mostrando La Casa Consistorial con las banderas de la patria y la ciudad flameando al tope. En su contraportada el vigente escudo municipal, aquel que lleva un sol de oro, una piedra tacita, armas y casco español, y la tórtola en pleno vuelo. El esperado día del Centenario Municipal, 14 de Octubre de 1993, llegaría raudo. Coincidiendo en la hora de aquella conversación sostenida el año anterior, se procedía al lanzamiento del libro en el mismo salón.

“Más que satisfecho y en pleno desarrollo de la ceremonia, la idea que venía a mi mente era la de comenzar a recopilar muchísimos más antecedentes a objeto de plantear en su debido momento otro nuevo desafío el cual sería escribir un nuevo libro sobre Quilpué en conmemoración a su centenario como ciudad”, recuerda el historiador.

El autor revela que tanto las fechas claves, momentos precisos, oportunidades o coyunturas que van apareciendo en el devenir de la existencia, le parece como algo prefijado.

“Al respecto el 25 de abril, día del Aniversario de mi ciudad natal, coincide extraordinariamente con las fechas de nacimiento de mis padres Alfonso y Teresita. En efecto mi padre nació también en Quilpué en ese día el año 19l9, en tanto que mi madre, en Valparaíso, en esa misma fecha en 1926. Para refrendar aún más esto de las coincidencias, mi abuelo materno, Daniel Azcárate Mendialdúa, también había nacido en este día, en la ciudad de Bermeo allá lejos en la provincia de Vizcaya, una de las tres del País Vasco, en el año 1888”.

 

 

 
NACIMIENTO DE SU SEGUNDA CREACIÓN
 
 

Volviendo al “día clave”, pero del año 1997, consideró ésta como la fecha perfecta para proponer este nuevo desafío a la autoridad del

momento, la alcaldesa Amelia Herrera Silva, quién precisamente había citado a una sesión del Concejo Municipal para aquella especial ocasión”.

El autor preparó esta vez su propuesta a través de un explicativo escrito y con dos máximas, intercaladas al inicio y al término de la solicitud. La primera, perteneciente a Napoleón Bonaparte, la que en alguna oportunidad le recordara el Párroco de Quilpué, Jaime Da Fonseca Hidalgo y que expresa: “Un pueblo sin historia, es como una ciudad sin guarnición”. Y, la segunda, perteneciente al destacado historiador chileno Gonzalo Bulnes, quién cita en unos de sus libros: “la rememoración del pasado sería un pasatiempo agradable, pero nada más, sino penetrara con su antorcha hasta estas prolijidades que explican los hechos”.

“Comenzaba así entonces a enfilarme por la recta final de lo que estimé, era o había sido, mi gran anhelo de escribir la historia de mi querida ciudad, pero que a diferencia de los autores que me precedieran, estaría enfocada por sobre todo hacia aquellas personas que habían sacrificado su talento, sus afanes y existencia en aras de la Ciudad del Sol”.

En comparación a la publicación anterior, para esta oportunidad había dispuesto de casi cuatro años para recopilar y sobre todo ordenar el material, razón por la cual este tramo final fundamentalmente estaría dedicado a revisar detalles e incorporar hasta última hora la información que seguí recibiendo hasta casi la entrega de los borradores a la editora Ocho Libros Ltda., encargada de la diagramación y diseño del libro.

De común acuerdo con la autoridad comunal, se fijó como fecha del lanzamiento el día 23 de Octubre de 1998, en una ceremonia especial, así como otras enmarcadas en las actividades programadas con motivo del Centenario quilpueíno.

“Personalmente acudí a la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos a registrar la propiedad intelectual del libro, correspondiéndole a su inscripción el Nº 105.548. Aquellos 40 días que mediaran entre la entrega del CD a la imprenta y la ceremonia de lanzamiento los recuerdo poco, tal vez como consecuencia de la ansiedad propia de alguien que en esos días veía como se concretaba otro de los sueños de su vida en esta tierra. En la cremon juntia estuve junto a familiares, autoridades, vecinos y amigos. Aunque ausente mi padre Alfonso, sentí su presencia y satisfacción observándome desde el cielo. Con mayor edad y claridad entendí esto de… El porqué de escribir”.

bottom of page